Hay mil entradas sobre Marrakech y sobre las cosas que pueden verse allí, así que he pensado que mejor os voy a dejar más imágenes que texto, no sin antes recomendar lo que creo que nadie debe perderse al visitar esta ciudad tan viva.
A nuestra llegada descubrimos que nuestra reserva era en un magnífico riad en la medina. Siempre escucho maravillas de toda la gente que se aloja en uno de ellos. Dormimos estupendamente y al despertarnos, el desayuno fue espectacular (nunca os perdáis sus zumos de naranja, mmmmm). Es sitio en cuestión fue el Hotel Riad El Walaa, donde nos sentimos cuidadas en todo momento.
Nos dirigimos a una ruta guiada (5 horas de duración), donde vimos la mezquita, la madrassa, el zoco y todos los puntos principales, terminando en la gran plaza Jemaa El Fna.
Por la tarde acudimos a un Hamman típico y cenamos en la plaza, momento en el que comprobamos cómo cambia por la noche.
El segundo día, seguimos callejeando, llegamos a Jardín Majorelle, y aprovechamos la tarde para contemplar la maravillosa puesta de sol, comprar dulces típicos y darnos otro masaje.
El tercer día decidimos visitas las cataratas de Ouzoud, las más grandes del norte de África, donde montamos en una pequeña barquita para acercarnos a la caída del agua y jugamos un ratito con unos monos muy simpáticos. Esa tarde volvimos con tanto cansancio que no pudimos hacer mucho más que ir de compras por los zocos vernos al riad y descansar para tomar el vuelo de vuelta al día siguiente.
Nunca hubiese imaginado que Marruecos tiene tanto por ofrecernos...¡¡y pienso volver!!!